Juan nació en Alicante, Abdullah nació en Doha.
Juan siempre soñó con ser un futbolista profesional, Abdullah prefería jugar al
banquero. Juan tuvo que trabajar desde niño para comer, Abdullah siempre tuvo a
su disposición los manjares más ricos del Medio Oriente. Abdullah nació en una
casa real, Juan lo hizo en una casa realmente pobre. Abdullah siempre ha tenido
mucho cabello, Juan se queda más calvo cada día. Juan adora el ajedrez,
Abdullah tiene fascinación por el dinero.
Dos entes dispares, unidos por alguna razón
extraterrenal para darnos durante 37 jornadas la mejor competencia de la Liga 2011/2012. El último
puesto de Champions.
Abdullah ben Nasser Al Thani fue concebido como
parte de la realeza Qatarí, heredero de grandísimas fortunas y un poderoso
apellido. Conocía el desierto y la arena, pero no tenía idea de lo que era
pasar una noche a la intemperie. Tenía camellos a montones, pero nunca necesitó
de uno para subsistir, sólo eran sus mascotas de lujo con las que a veces paseaba
entre los plebeyos que hacían reverencia ante un Al Thani. Era un chico listo,
despierto y apasionado, una buena combinación cuando además eres de la realeza.
Su amor por el futbol era algo difícil de
explicar en un país tan ajeno a este deporte, pero él siempre veía los partidos
de su amado Al Rayyan. Consciente de que la realeza y los deportes vulgares no
se mezclaban, nunca intentó jugar al fútbol, a cambio, iba al palco privado del
equipo cada dos semanas a apoyar, siempre enfundado en su camisa negra y roja.
Tuvo que soportar por años ver al Al-Sadd levantar la copa una y otra vez, por
lo mismo, disfrutó enormemente de cada una de las copas de sus amados leones.
Creció, aprendió, estudió como generar aún más
dinero y se hizo de sus propios millones, su primer capricho fue un potro
blanco, salvaje, hermoso, veloz como pocos, acostumbraba montarlo cinco veces a
la semana. A éste caballo, llamado Luna por el gran brillo blanco que emitía en
la oscuridad del desierto, le siguieron otros diez, y luego más de cincuenta,
algunos los dejaba libres, otros los mantenía cerca, otros los regalaba a sus
familiares, pero jamás abandonó a Luna, y el día que éste por la edad tuvo que
decir adiós, lo enterró en la arena, y le mandó a hacer una estatua, la cual
aún se conserva en el patio de una de sus decenas de casas por el mundo.
Adorador del futbol se hizo miembro honorario
de sus amados leones, además de coleccionar carros caros y caballos, coleccionaba
aficiones deportivas, un hombre plagado de éxito desde su nacimiento. Cuando se
es jeque, es fácil tener éxito.
Juan Ignacio Martínez no tuvo tanta suerte a la
hora de nacer, no le tocó ser parte de la familia real, ni hijo de grandes
empresarios, en su familia no había futbolistas o artistas de abolengo, y por
si fuera poco, era un Juan Martínez, nombre con el cual es difícil sobresalir.
Tuvo que ir desde pequeño a la playa a venderles a los turistas algunas
ediciones pasadas del diario de la Comunidad Valenciana,
pulseras azulgranas y cerillas para las famosas Hogueras.
A sus quince años se dio cuenta de que no
quería pasar toda su vida vendiendo cosas en la tienda de su padre, y en la
escuela nunca destacó, así que optó por explotar lo que él consideraba su
talento natural: el futbol. Soñaba con ser el Lateral izquierdo del Valencia y
arrebatarle títulos al Madrid, al Barcelona y al Athletic. Todo esto nunca
sucedió, pues sus habilidades en la cancha nunca fueron demasiado destacadas,
los técnicos no apreciaban su visión de campo, su talento natural para robar el
balón y su eficiente memoria para la táctica.
A los treinta años decidió ponerle fina su
carrera llena de decepciones, donde nunca llegó a jugar en segunda división si
quiera, su adorado Valencia nunca lo volteó a ver, y pasó la mayor parte de su
carrera con el equipo local de Alicante. Sus cualidades más grandes estaban en
su cabeza, y pronto decidió hacerse técnico. Debutó, donde si no, en el
Alicante FC, donde tampoco fue valorado ni exitoso. Probó suerte desde
Torrevieja hasta Cartagena, incluso se probó con equipos de mujeres, sin llegar
a cuajar nunca un resultado positivo, sin pasar de ser un entrenador mediocre y
sin capacidad, su estrella estaba en su contra, JIM devaluaba su nombre con
cada equipo que dirigía, se convertía rápidamente en el técnico maldecido a no
poder ascender jamás a sus equipos.
Condenado a ser un simple “ajedrecero” que
sabía mover las piezas y sabía para que servían, hacía muchos jaques, pero era incapaz de
elaborar un ataque eficiente que diera mate, una defensa impenetrable que
hiciera al rival romperse la cabeza. Sólo sabía mover las piezas, no era un
ajedrecista.
En 2009 Abdullah conducía su Ferrari nuevo,
color blanco en honor a Luna, por una costa andaluza cuando vio un estadio que
lo dejó impactado. La
Rosaleda y su impactante arquitectura lo dejaron
boquiabierto, una oda al buen gusto, una construcción sublime, plantada a pocos
kilómetros de una costa con cristalino mar, el mar que tanto añoraba en su
desértica casa de Qatar. Vio el estadio y de inmediato preguntó quien jugaba
ahí, cuando le respondieron “El Málaga, sheik” Abdullah comenzó a reír,
sorprendido por la ironía de ponerle a un equipo el mismo nombre que la ciudad.
De inmediato se puso en contacto con un tal
Fernando Sanz, quien le prometió hablarle de regreso, la llamada tardó más de
lo esperado, pero Abdullah tenía tiempo para esperar, unos cuantos procesos
legales, otras cuantas cenas en lugares caros, un par de visitas al estadio y
todo estaba cerrado, el hombre de Qatar se convertía en el primer jeque en poseer
un equipo de futbol en la tierra de los toros y el flamenco. En la Andalucía que alguna vez
dominaron los moros, ahora comenzaba su posible imperio deportivo un jeque
musulmán.
Inició su gestión deportiva como empresario del
Medio Oriente, negándose a aceptar negativas como respuestas. Compró a la joya
más grande de Venezuela, a una eterna promesa argentina del Bayern” y a un
arquitecto chileno de lujo, despreciado por los merengues, ideal para darle
forma al proyecto y crear un equipo inolvidable. La primera temporada no fue
nada extraordinario, el equipo caminaba y ya, sólo eso, no destacó, no
impresionó a nadie, pero dio avisos de un gran potencial. Abdullah volvió a
abrir la chequera, se puso una palomita en su vestuario y bajo la consigna de
“Educación ciencia y cultura” se prepararon para una temporada inolvidable, no
sin antes hacerse de los servicios de Van Gol, de un francés infalible con
corazón de “Lyon”, y por si fuera poco, se compro a un Santo apellidado
Cazorla. Todo en la mesa para una temporada fantástica, para competirles al
Valencia, al Atlético, al Sevilla y al Athletic un puesto de Liga de Campeones,
a ellos, y nada más. Cuando se es jeque, es fácil especular
Juan tomó un taxi en Cartagena con dirección al
estadio Cartagonova, donde había tenido sus resultados menos malos, habló con
el presidente del equipo y tomó su última oportunidad de brillar en el futbol,
era con el Cartagena FC, un equipo de segunda división, un equipo nuevo, con
afición leal, un equipo sin figuras, pero con corazón, un equipo casi invisible
para un técnico más que invisible.
Convirtió al Cartagena en un gran contendiente
de la segunda división, llevándolo casi al ascenso en su primer año, pero
fallando de nuevo a la hora buena, Las estrellas recordaron quien era JIM. Tuvo
otra temporada, se convirtió en el DT histórico del club, habiéndolo dirigido
más veces que nadie. Y eso le valió para ser contratado en Primera. Fue un
equipo valenciano de convocatoria, pero no fue su amado Valencia, si no el
murciélago pequeño y granota. Sonrió al recordar las pulseras azulgranas que
hacía de pequeño cuando el presidente del Levante UD le abrió las puertas para
su primera función en Primera, con un equipo pequeño, muy pequeño, sencillo y
humilde, un equipo nacido para ser de Segunda y que disfrutaba cada temporada
en primera como un logro inaudito, y casi irrepetible, y tampoco estaban tan
equivocados, ver al Levante en primera era un espectáculo difícil de presenciar
en más de cien años.
Lo que le pidieron era una tarea por demás
complicada, mantener al equipo en primera por más de dos temporadas seguidas, más
si se toma en cuenta que las armas que tenía para hacerlo eran jugadores más
cerca del geriátrico que de sus mejores épocas.
Encaró ese reto con una calma heredada por su padre,
y con la mayor inteligencia posible, su equipo carecía de jugadores de menos de
veinticinco, pero estaba lleno de corazón, de coraje y de experiencia. No había
un Caicedo, pero había un Koné. Juan sacó su tablero de ajedrez, guardó un
caballo negro en su bolsa izquierda como cábala para la suerte y comenzó a dirigir al Levante,
dispuesto a hacer historia de la buena, pero sobre todo, a demostrar que no era
un simple movedor de piezas, quería demostrar que sabía hacer Jaques, y
terminar con Mates.
JIM comenzó titubeante, como todos esperaban,
nada fuera de lo normal hasta que pudo saborear el quitarle un triunfo cantado
al Real Madrid, al poderoso equipo blanco cien veces más caro que el humilde
Levante. El Ciutat de Valencia fue testigo de la prodigiosa hazaña, que dejó a
todos llorando de la emoción, alegres y satisfechos, un poco ilusionados en que
el descenso estaba lejos, nada los hubiera preparado para lo que sucedería mes
y medio después.
El 23 de Octubre del 2011 pasó algo, quizá los
astros se volvieron a juntar, o tal vez, un poco de suerte no le hace daño a
nadie, posiblemente ese día la vida le regresó a Juan todo lo que le había quitado,
o hasta puede que Juan Ignacio Martínez después de todo sí nació como un gran
técnico, capaz de lo imposible. El caso es que al finalizar el partido en El
Madrigal, el Levante estaba como líder en puntos, en solitario, por encima del
Real Madrid multimillonario, El Barcelona mejor equipo del mundo, El equipo
poderoso de la ciudad, y el “PetroMálaga”. Todos ellos viendo hacia arriba al
poderoso Levante, líder provisional de la Liga.
Algo jamás pensado, un equipo viejo y lleno de desechos de
los demás equipos, un equipo que en segunda figuraba a medias, ahora en la
punta de primera, rompiendo esquemas y riéndose en la cara de todos aquellos
que nunca creyeron en su corazón y talento. No conforme JIM y su caballo negro
bien guardado en la bolsa izquierda del pantalón, llevaron ese liderato invicto
al Ciutat de Valencia, para presumirlo ante su público y engalanarlo con un
regreso increíble en los últimos diez minutos.
23 puntos de 27 posibles, miles de sueños
Levantinos hechos realidad. Abuelos, niños, padres e hijos, gente sabia y
pregoneros se abrazaron esa semana, tuvieron toda una semana para presumir por
la calle su súper liderato, sus sonrisas regresaron y el futbol vivió en
Valencia un ensueño, no importaba perder el derby o tres en fila, Levante tenía
una fiesta granota y grandota, una fiesta que jamás olvidarían y que si bien
duró poco, será eterna en las memorias de quienes tuvieron la fortuna de verla.
JIM aprendió como usar a sus piezas de manera
perfecta; Ghezzal, Iborra y Valdo como sus rápidos alfiles, creando diagonales
implacables que desconcertaban a las defensas. Con contundentes torres en las
figuras de Koné y Barkero, hechos para recorridos rápidos y para amenazar
defensas a gran distancia. Con un hombre polivalente como Juanlu, que podía
hacer de todo en el campo y moverse con la libertad de una reina. Sin olvidar
jamás la fiabilidad y sorpresa de sus Caballos Ballesteros, Farinós y Venta
sorpresivos en el gol, y armas defensivas de primera. Incluso con peones como
Del Horno, Suárez y Serrano moviéndose poco, pero estorbando. Un gran equipo a
pesar de que su rey, Munúa, a veces saliera de la zona y se arriesgara a ser
cazado.
Pero lo más importante, siempre fueron los
jaques asfixiantes de JIM, como obligaba al equipo contrario a cambiar su
esquema ante las interminables amenazas de sus piezas, como los mantenía en
vilo, como su defensa impenetrable obligaba a descuidar la parte trasera a sus
contrincantes, haciéndolos presa fácil de alguna movida rápida y asesina, un
jaque impedidor, que se convertía pronto en Mate.
Luego el Levante regresó un poco a su realidad,
aunque no se resignó jamás, salvó el descenso con varias jornadas de
anticipación y fue de los dos equipos de “la otra liga” que encaró al nuevo
rico con gallardía, sin sucumbir ante la presión, no se sentían revelación, el
Levante era la realidad, luchando con todo por un puesto de Campeones. Así
hasta el final, en que sólo tres puntos separaron al Málaga de los Granotas,
tres puntos que se perdieron alguna vez, en el Ciutat de Valencia, hasta el
final en el que los petrodólares y la mala suerte vencieron al corazón infinito
del Levante, o eso parecía.
Abdullah persiguió de cerca al eterno tercero
Valencia, sin tener cuidado en el otro equipo de la ciudad, al otro equipo
azulgrana, hasta que éste equipo sorprendió a medio mundo quedándose con la
punta impensada, algo que ni todos sus millones de jeque pudieron comprar. Peor
aún, a media temporada él estaba en el limbo de la media tabla mientras ese
insolente equipo de viejos y de pocos millones de euros se mantenía en Europa,
ese equipo imitación del Barcelona que los había derrotado hace tiempo,
Abdullah se lo tomó personal y comenzó a exigir resultados, sobrecargó a sus
jugadores y los hizo mejores. Los convirtió en poderosas máquinas implacables,
peleando codo a codo con el equipo pobre del Levante, uno perdía, el otro
también, uno goleaba y el otro hacía lo propio, parecían espejo uno del otro,
ambos babeando y peleando por un codiciado puesto en Champions.
Su Málaga hizo apenas lo necesario para ir a
repesca de su adorada orejona, sin usar a su delantero holandés pero haciendo a
un súper Santi, La campaña histórica del Málaga se había producido, entraban
por primera vez a la Liga
de Campeones y la sonrisa de Abdullah lo decía todo. Se volvieron la nueva arma
del futbol español, la sensación, el equipo humilde convertido en grande que le
daba a su afición una gran alegría. El jeque demostró que el dinero en el
deporte, ayuda bastante. Cuando se es jeque, es fácil ganarle a los pobres.
Al final de 37 jornadas de maravilla para JIM,
parecía que su sueño se rompía, la magia gitana que brilló en la semana que
fueron líderes parecía cobrarle ahora intereses elevadísimos a un Levante que
no lo merecía. Derrotas increíbles, empates inmerecidos, goles imaginarios de
los rivales, penales inventados, fueras de lugar inexistentes y postes que
parecían moverse condenaban a la mejor temporada en la historia Granota a
terminar sin la cereza de la clasificación europea, se estaba lejos de la Champions, muy lejos,
pero aún era posible, de menos, una Liga Europea. Y entonces volvió la magia de
Juan, recordó su buena estrella recién heredada y se olvidó de maldiciones, de
hechizos gitanos o de ser un Juan Martínez, tomó el mando de un equipo que vive
cada año en Primera una temporada histórica, por que en el Levante UD no
existen campañas gloriosas o recuerdos infinitos, ahí existe el presente, el
presente es la época de oro para un equipo que carece de glorias pasadas o de
mucha perspectiva de futuro. Cada día es un día más de gloria para el Levante,
y Juan se los recordó, se olvidaron de presiones y volvieron a jugar como aquel
23 de Octubre, antes que la presión y la prensa los devorara, aplastaron a un
histórico Athletic y consiguieron una campaña de primera, y no sólo eso,
consiguieron una campaña de fantasía Europea. Aprendió a mover sus piezas y el
futbol y el ajedrez por fin lo reconocieron, genio de la dirección técnica, un
gran Ajedrecista.
Ahora comenzó una nueva temporada, con victoria
de los ricos, quienes parecen encaminarse a otra temporada más allá de lo
natural, una gran campaña con puestos de Liga de Campeones patrocinados por el
arquitecto y por Abdullah, aunque sea a la distancia..
Por otro lado, el equipo Levantino, de la mano
de JIM, tiene muy difícil la misión de repetir su campaña europea, si vuelven a
salvar el descenso habrán hecho demasiado y Juanito Ignacio merecerá una
estatua afuera del estadio del Levante, por ser el héroe más destacado de su
larga pero trágica historia, sobre todo ahora que su equipo fue desmantelado de
nuevo. Ya no tiene a un par de alfiles, se le fue un caballo y le cambiaron
unos peones, además de su gran torre Koné. Pero el Levante no se rinde, y el
Ciutat de Valencia sigue siendo un campo intratable, donde nadie ha ganado aún
y el Atlético apenas rescató un puntito, el tablero de ajedrez más grande que
ha tenido Juan, ahí intercambia a Ghezzal por Ríos, a Valdo por Gekas. Tiene
nuevos caballos, cumplidores y hasta más rápidos, son Pape Diop y Míchel. Sus
nuevos peones, Lell y Dudka, igual no se moverán mucho, pero son una amenaza
constante y se escalonan como pocos. La reina Juanlu sigue ahí y el Rey Munúa
ya es más precavido. La mejor pieza nueva es la Torre Martins, que
pronto ha dejado atrás la sombra de Koné.
Tres puntos después de todo no son tantos,
menos en Europa, porque mientras uno se enfrenta a lo que queda de un alguna
vez gigante de Europa, a un gigante de un país pequeño y a otro nuevo rico
encabezado por Hulk, el otro pelea con la sensación de la Eredivisie, un eterno
de la Bundesliga
y un equipo querido en Suecia. Grupos semejantes para equipos dispares, pero
con calidad de sobra. El Málaga tiene la oportunidad de enfrentarse a la Juve, al Bayern y al
Manchester. Pero el Levante se puede enfrenar al Inter, al Liverpool o al Lyon.
Abdullah es un jeque que hizo exitoso a su
equipo a billetazos, mientras que Juan es un hombre común, con habilidad para
el ajedrez, que hizo a su equipo un inolvidable a punta de gran juego, gran
futbol y un coraje que no se acaba nunca. Uno compró a un grandioso
“PetroMálaga” mientras que otro inventó al inolvidable “Euro Levante.”
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